Rincón Cofrade | Pregón 2004 Parte II

jueves, 19 de febrero de 2009

Hoy os traigo la parte del Pregón titulada 'Saludo'. Incluye un vídeo de la Banda de Música interpretando Saeta, cortesía de Virilo Naharro:

""Eja que lo cuente como se de mañana, qu´en jamas jue´l muchacho pal pueblo pa Semana Santa".

Así comienza nuestro ilustre poeta Luis Chamizo su relato de la Semana Santa en Guareña. Son días de reencuentro con amigos y familiares que partieron y en los que disfrutamos del campo, pero aún así, no debemos olvidar el auténtico significado de la Semana Santa: es la fecha más señalada para los cristianos y por esta razón tenemos que vivirla de forma especial.

Finalizando marzo y a las puertas de un abril que susurra ya el perfume de las flores primaverales que, como una gigantesca explosión, inundan nuestras plazas, nuestros patios y nuestros campos. Cuando los aires de la sierra nos traen caricias y aromas de tomillo y romero, aquí  me tienen avergonzado, ciertamente avergonzado. Porque estáis ahí escuchándome, cuando yo no puedo contaros nada que ya no sepáis. Es más, sería yo el que tendría que bajarse de aquí y aprender de vosotros, de vuestras vivencias, de vuestra experiencia. Sois vosotros, que habéis vivido más que yo, los que deberíais explicarme a mí qué es esto de la Semana Santa.

He de estar agradecido, sin embargo, a la Unión de Cofradías el haberme propuesto ser el humilde Pregonero de la Semana Santa. Ciertamente, era una de mis ilusiones en la vida. Gracias a ellos, hoy estoy haciendo realidad uno de mis sueños. Aún recuerdo ese viernes en el que recibí la llamada. Llegué a casa y no pude saltar más de alegría al ver a mi vecina con lágrimas en los ojos. No hizo falta palabra alguna. Y aquí me encuentro, en este inigualable marco de la Iglesia de Santa María y dispuesto a recorrer la semana de pasión guareñense. 

Agradecido también a mi presentador y querido amigo Andrés, por la habilidad y amabilidad con que acaba de disimular mis carencias. A la Banda de Música, de la que siento orgulloso componente y que pone el ambiente a este humilde Pregón. También aprovecho esta ocasión para dar las gracias a mis padres y a todas las personas que han estado siempre a mi lado y que han sabido darme una formación cristiana y de compromiso. Y mi gratitud, por supuesto, a todos vosotros, que habéis tenido a bien venir a escucharme. Gracias a todos.


Ser Pregonero, ser cantor oficial de la Semana Santa, es una gran responsabilidad, pero al mismo tiempo permite satisfacer un sueño: exponer, sacar de nuestro interior un cúmulo de sensaciones, vivencias y nostalgias que uno, muchas veces, tiene la necesidad de compartir. 

Yo no soy nadie relevante en la vida del pueblo, tampoco tengo méritos profesionales, ni siquiera tengo un papel destacado en la Semana Santa guareñense. Quizás lo único es que fui cofrade desde el día en que nací, pues vine a este mundo en el seno de una familia en la que mis abuelos dirigieron los destinos de una cofradía durante años y mis abuelas fueron camareras de la Virgen. Cuando di mis primeros pasos, recién salidos los dientes, me colocaron una túnica blanca y un capirote negro y me sacaron a la calle. Y desde ahí, desde las filas, he ido observando muchas cosas de vosotros que me escucháis. He ido aprendiendo de vosotros, viendo como viven la Semana Santa las sencillas gentes de Guareña. Eso, lo que yo he visto en vosotros, es lo que, hablando desde el corazón, esta noche os voy a contar.

Aún recuerdo mi primera procesión. Era Viernes Santo y en mis ojos había un brillo especial. Llevaba todo el día detrás de mi madre, que si el capirote, que si la túnica...Desde que me levanté no pensaba en otra cosa y máxime si recordaba el cortejo procesional de la noche anterior. Estaba muy ilusionado. Acompañar en su pesar a mi Virgen no tenía precio. Estuve todo el día nervioso, quise hacer ayuno (pues había pescado, cosa que a mí no me apetecía, pero era Viernes Santo y la tradición mandaba en casa) aunque la insistencia de mi madre en que comiera hizo que mi primera procesión no fuera dle todo completa.

Las procesiones, incluyendo el recital de saetas y poesías al que asistimos expectantes todos los años, son al fin y al cabo manifestaciones públicas de Fe, en las que todos hemos sentido alguna vz el sufrimiento de Jesús y de María, nuestra Madre. ¿Quién no recuerda a Jesús, cargando con la cruz, imponiendo su respeto a los que asisten a su calvario?¿Quién se queda insensible ante el dolor de María?¿Quién no se siente impotente al ver al Hijo de Dios postrado en la cruz?

Alguien me comentó en estos días previos, algo tan bello como que el Pregón lo dicta Dios, lo escribe el pueblo y lo proclama el Pregonero. Por ello, en nombre de Dios y de un pueblo que me obliga, quisiera aprovechar la oportunidad del momento para enviar, a través de mis palabras, un mensaje de paz. Un mensaje de paz y esperanza para todos aquellos que la necesitan y la buscan desesperadamente.

No pretendo desviar el auténtico sentido de mi Pregón hacia lo que pudiera interpretarse como un simple sermón. No obstante, sí quisiera recordar en este momento lo que han de ser actualmente nuestras hermandades y el verdadero objetivo que deben perseguir. Pienso que tendríamos que ir desterrando de una vez para siempre esos conceptos pasados de moda de algunos que consideran a las cofradías como un bello espectáculo anual para atraer la atención del turismo y convierten simplemente en fiestas profanas la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Sin embargo, y a pesar de que haya aún quien comparta esa opinión, nosotros, los cofrades de Guareña, sabemos que existen en todas y en cada una de nuestras hermandades, grupos de auténticos hombres y mujeres comprometidos, con las ideas muy claras y que saben perfectamente el camino que han de seguir que no es otro que, el de vivir la Fe de Cristo durante todo el año, transmitirla a sus hermanos, y un día, el de su salida procesional, dar testimonio público de ella.

El cofrade de hoy debe ser consciente de su misión evangelizadora y conocer profundamente el mundo marginado de hambre y miseria cercano a esta sociedad en la que vivimos. Porque como oí un día en Tánger, en el siempre cercano y no tan lejano Marruecos, hace ya dos mil años que vivió un hombre que sólo saboreó la vida durante treinta y tres años: era hijo de un humilde carpintero, nació en un pequeño pueblo y vivió en otro hasta que cumplió los treinta.

Nadie supo nada de él durante ese tiempo. Entonces predicó durante tres años. Nunca viajó más allá de doscientos kilómetros de su lugar de nacimiento. Jamás escribió un libro ni abrió una oficina ni fundó una empresa. La opinión pública estuvo contra él y sus amigos le dieron la espalda. Él perdonó a sus enemigos y fue crucificado entre dos ladrones. Al morir, poco antes de ser enterrado, sus ejecutores se sortearon lo que era su única propiedad, su túnica.

Han pasado como ya he dicho dos mil años, y ese hombre sencillo es hoy la figura central para una gran parte de la humanidad. Todos los ejércitos que han desfilado, todas las armadas que han navegado, todos los reyes que han reinado, juntos, no han tenido tanta influencia sobre la vida de los seres humanos como la que tuvo ese hombre que protagonizó un vida en solitario".

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