Rincón Cofrade | Pregón 2004 Parte V

domingo, 1 de marzo de 2009

Y hoy, la primera parte del Viernes Santo:

"Tras la dulce resaca de ayer estamos todo el día comentando lo vivido. No digo lo visto ni lo oído, sino lo vivido. Hoy, Jesús está muerto y es día para la reflexión personal. Viernes Santo: Luto. Viernes Santo: Negro. Viernes Santo: Dolor. Noche de Viernes Santo: dolor, negor y luto.

Llegamos al atrio de la Iglesia de Santa María cuando aún podemos escoger sitio, pero no tarda en llenarse. Observamos el gentío y veo a Juan, y te cuento su historia. Juan está muy viejo. Su corazón le ha dado ya tres sustos, y sus pulmones renegridos apenas si le sirven para respirar. Arropado con una manta, espera paciente en su silla de ruedas en la esquina de la calle Derecha. En su pecho siente tristeza, llanto y pesar.

Delante de la cansada vista de Juan van desfilando los hermanos nazarenos de la Cofradía de la Santa Cruz y Nuestra Señora de los Dolores, silenciosos, respetuosos. Jesús ha muerto y sólo el silencio merece ser sudario con el que cubrir su cuerpo. Pasa el titular de la Hermandad, el Cristo de las Aguas, patrón de Guareña, el Crucificado...¿Existe alguien que se quede impasible ante aquella imagen?
Al ver al Crucificado, todos reflexionamos en nuestro interior y Juan lo hace así: hay momentos en los que el fracaso llega, en que parece que todo está perdido. Seguramente eso pensaron sus discípulos: Jesús estaba muerto e iba a ser enterrado. Nada más se podía hacer. Todo se había acabado. La noche se va haciendo cada vez más cerrada y oscura bajo el cielo guareñense. Los nazarenos bajan en cascada de espuma negra por la calle Derecha. La música se convierte en un alarido de dolor al aire. Dios es hombre y como hombre que es, sufre, agoniza y muere. Colgado de un madero, desnudo y destrozado, el Hijo de Dios siente el abandono más absoluto cuando lanza al aire su último suspiro de aliento.

La tierra se cubrió de tinieblas. A eso d elas tres, Jesús gritó con fuerza: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Después gritó muy fuerte: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y expiró. En ese momento se rasgó en dos partes la cortina del templo y tembló la tierra.  

La madera, ahora ya no es madera, es muerte. Vemos al hombre clavado en la cruz, recorremos entre lágrimas sus venas, sus tendones en tensión, sus costillas, sus músculos maltratados. Sentimos el dolor de sus manos y pies llagados, y nos escuece como propia la llaga de su costado. Nuestra luz, se ha apagado. El camino seguro que seguíamos, es ahora pedregoso. La flor generosa que nos daba fuerzas, está ya marchita. Toda la fe que en Él habíamos puesto, parece derramarse con su sangre.

Ese es el desaliento de los que tienen enfermedades, de los que son azotados por catástrofes naturales, de los que son perseguidos, asesinados, de los que sufren hambre, de los condenados, de los deseperados, de las víctimas del terrorismo. Juan olvida por un momento su enfermedad y reza en silencio por todos aquellos que sufren: "Señor, que no desfallezcan y recuerden tus palabras que ya no puedes decirnos ahora: Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de Dios. Felices los que lloran, porque ellos recibirán consuelo. Felices los pacientes, porque ellos recibirán la tierra en herencia. Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el reino de Dios. Alegraos, porque grande será la recompensa que recibiréis en el Cielo".

De repente, una nueva punzada de dolor hace brotar algunas lágrimas de las mejillas colectivas del pueblo. Una cruz alta y vacía quiebra en dos la bóveda del cielo calle abajo. Un blanco sudario ondea al viento como una paloma vuela al cielo y cubre la desnudez del madero. La Madre sostiene en sus rodillas lo que antes era pura vida. Su único hijo, su vida, su consuelo...es ahora un despojo, un manojillo de violetas muertas por el suelo. El rostro desencajado de María nos mira gritando pidiéndonos piedad. Sus manos abiertas piden una explicación pero nadie puede consolarla, nadie. Es la Virgen de la Piedad, de la angustia, del dolor más extremo. No es la pena que va dentro, es la tristeza que se desborda, que no se contiene...es el dolor para el que ya no hay más llanto, para el que ya no hay más consuelo. Nuestros ojos, que llorosos tampoco entienden, buscan entendimiento por el suelo...".



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